martes, 15 de septiembre de 2015

ANIMALIA

“ANIMALIA”

Nalgunhas cidades e pobos perviven costumes e tradicións nas que o elemento central de diversión consiste no maltrato de animais de todo tipo como touros, cabalos, bois, cans ou galos. Son rituais sanguentos xa institucionalizados e caracterizados por unha crueldade absolutamente gratuíta que resultan moralmente vergoñentos.
Ás veces semella que seguimos anclados na Idade Media, cando a barbarie ante o xénero humano e o mundo animal formaba parte dunha moral que non resistiría unha análise moi severa. Porén, dende aquela, moito se avanzou no ámbito da fundamentación teórica dos dereitos dos animais ainda que non tanto na súa aplicación práctica. Nos últimos anos, Peter Singer e Tom Regan ofreceron perspectivas teóricas sobre dito asunto. O primeiro fundamentando os dereitos do animal no utilitarismo e a defensa dos seus intereses; Tom Regan, e dende unha perspectiva deontolóxica, suxerindo dez razóns para preservar os dereitos dos animais tales como a non discriminación arbitraria, os principios de imparcialidade e de xustiza, os sentimentos de compaixón, xenerosidade e paz, a procura da autorrealización persoal e o sentido dun ecoloxismo prudente.

miércoles, 29 de abril de 2015

“LOMCE, FILOSOFÍA E (DES)EDUCACIÓN”

O Anteproxecto de Decreto polo que se establece o Currículo da Educación Secundaria Obrigatoria e do Bacharelato na Comunidade Autónoma de Galicia elimina tres das catro materias que viñan compoñendo o ciclo completo dos estudos de Filosofía na ESO (a “Educación para a Cidadanía de 2º da ESO, a “Educación Ético-Cívica” de 4º da ESO, e a “Historia da Filosofía de 2º de BAC) deixando só una materia obrigatoria (a “Filosofía” de 1º de BAC, e con duas horas lectivas semanais) o que supón una redución do 75% do currículo de Filosofía. Esta merma no currículo minguará a capacitación do alumnado galego para afrontar a proba de reválida establecida polo Ministerio de Educación e Ciencia para todo o estado español, entre outras razóns porque na maioría das restantes Comunidades Autónomas a carga horaria semanal será de tres ou incluso catro horas semanais, manténdose inalterable o conxunto de estándares de aprendizaxe que constitúen o perfil de área da materia de Filosofía (incluso ampliando ditos estándares con respecto áos existentes na actual LOE).
        Por outra banda, dito Anteproxecto reduce a Historia da Filosofía de 2º de BAC a un mero ornamento educativo e formativo converténdoa nunha materia optativa, meramente discrecional para o alumnado galego, e situándoa dentro dun entorno de opcionalidade irrealizable. Novamente, tamén cómpre dicilo, sufrindo un forte agravio comparativo con respecto a outras Comunidades Autónomas nas que mantén un rango de materia específica obrigatoria cunha carga de tres horas lectivas semanas.

domingo, 22 de marzo de 2015

DISTOPÍA NEOLIBERAL

“DISTOPÍA NEOLIBERAL”
O voo da curuxa”

Elías Pérez Sánchez, Grupo Doxa de Filosofía

(Artículo publicado el 14 de febrero en "El Progreso" y traducido al castellano)


Durante el Renacimiento se produjo un florecimiento espectacular del pensamiento utópico, en cierta medida recuperando el ideal platónico dibujado en su República, que no era otro que la búsqueda de un estado justo en el que prevaleciera el interés común en detrimento del individual. Moro, Bacon y Campanella intentaron describir sociedades inexistentes, perfectamente organizadas en las cuales no se daban las lacras e injusticias del mundo en el que vivían. Las utopías del Renacimiento mostraban sistemas políticos diversos, desde la democracia representativa en Moro hasta una suerte de autoritarismo tecnicista y esotérico en Bacon, pasando por un modelo casi teocrático en Campanella. Con todo eran, por así decirlo, “fantasías del bien”, narraciones que transmitían un optimismo cegador sobre el respeto por el bien común y por el humanismo social rechazando las imperfecciones del mundo real y ofreciendo nuevas cosmovisiones.
“Distopía” es el término comúnmente utilizado como antónimo de “utopía” y ha sido ya desde finales del siglo XIX uno de los subgéneros más ubicuos de la ciencia ficción. Una de las más conocidas es, sin duda, “1984” en la que George Orwell nos advertía del grado de degeneración que es capaz de alcanzar el ser humano  si no se le pusiera remedio. Parece que fue el filósofo liberal J. Stuart Mill quien en 1868 utilizó por primera vez el término “distopía”, al menos en el ámbito político, durante un discurso pronunciado ante la Cámara de los Comunes en el que denunciaba la política de tierras (“The Irish Land Question”) llevada a cabo por el Gobierno inglés en Irlanda. Dicha política, decía Mill, podría elogiarse como utópica si fuera demasiado buena para ser practicaba, no obstante, al ser demasiado mala, ruin e indeseable (implicaba la opresión del Estado sobre la libertad individual), era más conveniente considerarla como distópica o cacotópica.
La anécdota de Mill y las connotaciones que sugiere el término “distopía” nos indican que tanto utopía como distopía representan dos caras de una misma realidad: si la utopía nos sugiere una sociedad ideal, la distopía sería una utopía invertida (“la fantasía del mal”) que representaría la miseria y el sufrimiento de una sociedad aberrante y anómala tanto social como políticamente.

Es cierto que la distopía posee una naturaleza irreal o  imaginaria (“1984”, “Un mundo feliz” serían buenos ejemplos de ello), no obstante goza también de una naturaleza real cuando el término es utilizado para describir sociedades con existencia verdadera en las que la realidad transcurre en términos opuestos a los de una sociedad justa e ideal. Y eso es lo que ocurre en la actualidad: estamos sumidos en un contexto social y político marcado por el neoliberalismo y el capitalismo “a cara descubierta” (una ortodoxa distopía del libre mercado) alejado del tradicional acompañante democrático-liberal que supuestamente lo humanizaba y que hace que la vida real resulte deteriorada, inquietantemente inhóspita y escasamente edificante.

viernes, 13 de febrero de 2015

DEMOCRACIA PARTICIPATIVA

“DEMOCRACIA PARTICIPATIVA”

Autor: Elías Pérez Sánchez (Grupo Doxa de Filosofía)

Es una evidencia que estamos viviendo una realidad política poco edificante. Estos son tiempos en los que la derecha pretende utilizar como modus operandi el fin de la política, la reducción al mínimo del espacio público de debate imponiendo otro espacio, el del mercado. Y en el espacio regulado por el mercado no caben los derechos, el debate público, el debate político. No cabe, ya que luego, la democracia. La lógica del mercado anticipa el fin de la época de los derechos.
Por otra parte, en las aguas descompuestas y sucias de nuestra democracia, surgen todos los días cadáveres de dirigentes políticos corruptos que intentan reducir la actividad política a un estercolero que hay que remover con escoba hecha de xesta y de palo de salgueiro (o salgueiro do Incio é, dicía Fiz Vergara Vilariño, o mellor de Galicia).
Este estado de cosas (por simplificar) supone un espectáculo desagradable y poco ejemplar que está provocando ya desde hace tiempo una sensación de desafección ciudadana hacia las organizaciones políticas como herramientas útiles y coherentes que puedan llevar a cabo una (cada vez más) necesaria transformación social. La democracia y la actividad política se sostienen sobre las virtudes de la confianza y de la vergüenza, dijo en su momento la filósofa Victoria Camps, y cuando dichos pilares muestran desvanecerse, una de las posibles consecuencias puede ser que la ciudadanía llegue a vivir un estado de desesperación colectiva y de hartazgo social que derive en el deseo de un empoderamento ciudadano. Así surgen mareas ciudadanas, plataformas cívicas, iniciativas político-sociales (o cívico-políticas, como queramos) que hoy mismo tienen un objetivo claro y evidente: darle el protagonismo a la ciudadanía en el ámbito público y recuperar la iniciativa del debate político. Este hecho reseñable de darle voz a la ciudadanía supera la tradicional democracia representativa en beneficio de una democracia participativa consistente en la organización o asociación de ciudadanos con la finalidad de ejercer una mayor influencia directa en las decisiones públicas.
Hay buenas razones por las que la democracia participativa debiera funcionar poco a poco y conseguir el éxito: la ciudadanía tiene un conocimiento más íntimo y cercano de sus necesidades que los propios políticos, la participación desarrolla la capacidad de las personas para trabajar de una manera cooperativa y, por fin, la participación en la vida pública hace que los propios ciudadanos consigan un mayor grado de responsabilidad social. 
En definitiva: la democracia participativa (la "actividad participativa") puede ayudar a que la ciudadanía deje de cumplir el rol de mera espectadora ajena a los asuntos públicos, ejerciendo como tal, y con la finalidad de convertirse en parte activa de la democracia. En suma: en convertirse en mejores ciudadanos.


(Artículo publicado en “El Progreso” de Lugo el 13 de diciembre de 2014 y traducido al castellano)