viernes, 13 de febrero de 2015

DEMOCRACIA PARTICIPATIVA

“DEMOCRACIA PARTICIPATIVA”

Autor: Elías Pérez Sánchez (Grupo Doxa de Filosofía)

Es una evidencia que estamos viviendo una realidad política poco edificante. Estos son tiempos en los que la derecha pretende utilizar como modus operandi el fin de la política, la reducción al mínimo del espacio público de debate imponiendo otro espacio, el del mercado. Y en el espacio regulado por el mercado no caben los derechos, el debate público, el debate político. No cabe, ya que luego, la democracia. La lógica del mercado anticipa el fin de la época de los derechos.
Por otra parte, en las aguas descompuestas y sucias de nuestra democracia, surgen todos los días cadáveres de dirigentes políticos corruptos que intentan reducir la actividad política a un estercolero que hay que remover con escoba hecha de xesta y de palo de salgueiro (o salgueiro do Incio é, dicía Fiz Vergara Vilariño, o mellor de Galicia).
Este estado de cosas (por simplificar) supone un espectáculo desagradable y poco ejemplar que está provocando ya desde hace tiempo una sensación de desafección ciudadana hacia las organizaciones políticas como herramientas útiles y coherentes que puedan llevar a cabo una (cada vez más) necesaria transformación social. La democracia y la actividad política se sostienen sobre las virtudes de la confianza y de la vergüenza, dijo en su momento la filósofa Victoria Camps, y cuando dichos pilares muestran desvanecerse, una de las posibles consecuencias puede ser que la ciudadanía llegue a vivir un estado de desesperación colectiva y de hartazgo social que derive en el deseo de un empoderamento ciudadano. Así surgen mareas ciudadanas, plataformas cívicas, iniciativas político-sociales (o cívico-políticas, como queramos) que hoy mismo tienen un objetivo claro y evidente: darle el protagonismo a la ciudadanía en el ámbito público y recuperar la iniciativa del debate político. Este hecho reseñable de darle voz a la ciudadanía supera la tradicional democracia representativa en beneficio de una democracia participativa consistente en la organización o asociación de ciudadanos con la finalidad de ejercer una mayor influencia directa en las decisiones públicas.
Hay buenas razones por las que la democracia participativa debiera funcionar poco a poco y conseguir el éxito: la ciudadanía tiene un conocimiento más íntimo y cercano de sus necesidades que los propios políticos, la participación desarrolla la capacidad de las personas para trabajar de una manera cooperativa y, por fin, la participación en la vida pública hace que los propios ciudadanos consigan un mayor grado de responsabilidad social. 
En definitiva: la democracia participativa (la "actividad participativa") puede ayudar a que la ciudadanía deje de cumplir el rol de mera espectadora ajena a los asuntos públicos, ejerciendo como tal, y con la finalidad de convertirse en parte activa de la democracia. En suma: en convertirse en mejores ciudadanos.


(Artículo publicado en “El Progreso” de Lugo el 13 de diciembre de 2014 y traducido al castellano)